ALIMENTACION
La abundancia
de la especie, se basa, además de en su capacidad reproductora, en su condición
de fitófago con doble digestión, asemejándose a los rumiantes. En efecto, el
conejo practica la cecotrofia, de modo que las heces blandas (cecotrofos),
ricas en bacterias y proteínas, son reingeridas para un segundo tránsito
digestivo. Estos excrementos son más frecuentes por las mañanas, cuando los
animales se encuentran en reposo. Como otros lagomorfos, el conejo ha estado
considerado mucho tiempo como un rumiante, con los que no tiene ninguna
relación; ello se fundamenta en la observación del comportamiento del conejo,
que pasa largas horas removiendo las mandíbulas de derecha a izquierda. En
realidad, estos movimientos no se explican por la rumia sino por la
alimentación en dos tiempos. Primero, el conejo digiere la hierba que consumió;
la celulosa es digerida por las bacterias Anaerobacter a ácidos grasos
volátiles que sirven de nutrientes. Resulta de ello son los cecotrofos,
excrementos verde oliva, blandos y brillantes que el conejo toma de salida del
ano y vuelve a ingerir. Los excrementos finales del conejo son de un marrón
oscuro, más gruesos (7 a 12 mm de diámetro) y duros.
En general
seleccionan plantas compuestas, leguminosas y gramíneas vivaces de escasa talla
y con tendencia a formar céspedes. En invierno su régimen consta de tallos y
cortezas de arbustos. Puede cavar la tierra para encontrar raíces, semillas y
bulbos; también es capaz de escalar arbustos y matorrales para comer los más
jóvenes retoños.
Un adulto consume de 200 a
500 gramos de plantas al día. Cuando los conejos están presentes en densidad
importante, su impacto sobre el medio es importante: traban la reproducción de
ciertas especies de plantas pero también, en consecuencia, de animales.
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